Andando por cualquier rincón,
observando lo que te rodea y estando atento a los pequeños detalles puedes
distinguir que una coordenada básica en la vida de las personas son los
conflictos. Quizás, empujados por el contexto actual donde la crisis económica,
de valores, la falta de trabajo y oportunidades-los más grandes pero también
los más jóvenes-, la crisis del estado del bienestar, y sobre todo la
incertidumbre nos dotan de un seguido de experiencia negativas que nos llevan a
pensar en negativo. En otras palabras, se convierte en el más normal del mundo
el hecho de dejarnos llevar por el pesimismo. Pero la realidad es que el
conflicto es algo positivo, indica que se está produciendo un cambio y este
necesariamente no es peor sino que se produce ante las necesidades de los seres
humanos de avanzar y sobreponerse a las dificultades.
Todo esto no es nuevo, a lo largo
de la historia las hipótesis pesimistas se han entrelazado con aquellas
hipótesis más positivistas, produciendo diferentes teorías y debates que han
terminado por provocar épocas donde predominaban unas u otras. ¿Cuál es pues,
la verdad? Desde mi punto de vista no me centraría en qué es mejor, sino con
aquella con la que cada uno se encuentra más cómodo o nos permite avanzar. Para
mí, es importante tener la certeza de que las cosas siempre pueden mejorar y
que los conflictos se producen por cambios o retos que nos aparecen en nuestra
vida cotidiana. Detrás de todo ello nos espera un mundo lleno de oportunidades.
Por el contrario, si nos centramos en que todo puede ir a peor, nos
adentraremos en un mundo lleno de sombras y penumbras en el que cualquier cosa
que hagamos nos perjudicará enormemente. Esto provocará que veamos demonios en
nuestro entorno, y que aquellas personas que pasan por nuestra vida en ese
instante concreto las vemos distorsionadas y percibimos que nos quieren hacer
daño.
Dicho esto, en las últimas
semanas he descubierto dos noticias que me demuestran que el cada día surgen
oportunidades, ya veces cuando menos las esperas. Por un lado, las últimas
semanas en los periódicos se comenta que Israel y Palestina están poniendo en
marcha otro proceso negociador. Este conflicto arrastra un pedazo de historia
que condiciona fuertemente cualquier negociación, por mucho que la mejor de las
voluntades sea la que aparece en los titulares de los periódicos - Israel y
Palestina se sientan para negociar el fin del conflicto - y parezca que esta
vez si que es la buena. Mi experiencia me dice, que deberán cambiar muchas
cosas para que realmente esto sea así. Quizás esto refleja un punto de vista
pesimista pero nada más lejos de la realidad, ya que el simple hecho de que
estos dos actores - Israel y Palestina-se sienten uno frente al otro ya es de
por sí una oportunidad inmensa. ¿Qué pasaría si por arte de magia surge la
posibilidad de que se resuelva este conflicto? Según los periódicos no sería
una idea disparatada. Por otra parte, hace pocos días surgió en la prensa la
noticia de que en Bangladesh se están haciendo muchos esfuerzos para erradicar
la pobreza del País. Esto no ha ocurrido, pero sí que ha evolucionado de manera
espectacular. Incluso han sorprendido a las Naciones Unidas, aunque estas
fueron la institución encargada de redactar los Objetivos del Milenio que
perseguían precisamente la erradicación de la pobreza, y que marcaba el rumbo a
seguir aquellos países que tenían en común esta problemática. Imaginaos si eso
no es magia. Una institución que marca unos objetivos, y que se sorprende de
que alguien se aproxime, aunque sea de lejos.
Esto me lleva a reforzar aún más la idea de que vivimos en un mundo lleno de oportunidades, y que sólo falta que
cambiamos la mirada con la que observamos la realidad. Los conflictos, si
sabemos gestionarlos, devendrán oportunidades para avanzar a un futuro mejor.
Sólo hace falta paciencia, formación y voluntad. Hacer cosas diferentes a las que
estamos acostumbrados.
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