dimarts, 6 d’abril del 2021

Caballeros y villanos

 XAVIER PASTOR Y EDUARD CARRERA

Artículo Publicado en el Diario de Mallorca el 2 de Agosto de 2010


Hay un dicho ancestral inglesa que afirma que, en comparación con el rugby, el fútbol es un juego de caballeros jugado por villanos, con unas reglas muy marcadas que castigan la violencia para alcanzar la victoria, pero que su popularidad y fácil práctica permite que lo puedan jugar personas de bajo estatus social -de Villanos- con comportamientos inmorales.


Anelka, jugador francés veterano que ha militado en las filas de grandes equipos de fútbol, ​​insultó su entrenador a la mitad del partido contra México, cuando éste le exigió un plus de esfuerzo y de sacrificio. Sus compañeros fueron testigos y la prensa se hizo eco de inmediato de los hechos sucedidos en los vestuarios, convirtiendo un problema entre jefe y trabajador en un conflicto de todo el equipo, de carácter público y de alcance mundial. El entrenador, Domènech, le dijo que no jugaría la segunda parte. La Federación Francesa de Fútbol expulsó al jugador del Mundial. El resto de compañeros, por medio de una solidaridad mal entendida y previendo que el conflicto, así como el juego desplegado, conllevarían la rápida eliminación de la selección, se negaron a entrenar, propiciando el regreso a casa.

Es evidente que el entrenador y los jugadores, así como la Federación Francesa de Fútbol, ​​no saber leer el contexto de esta situación conflictiva, ya que este equipo llegó muy atormentado en el Mundial. Meses atrás, su clasificación fue objeto de duras críticas cuando ganaron el partido contra Irlanda con un gol hecho con la mano. Los villanos habían ganado.

Pero tampoco supieron y / o querer analizar las causas que provocaron el conflicto, sólo hay que ver la cronología de los hechos: Anelka insulta al entrenador, éste no lo deja jugar, la Federación y el equipo técnico deciden expulsar al jugador del Mundial , un jugador acusa de "chivato" el preparador físico, uno y otro casi llegan a las manos, los jugadores se niegan a entrenarse, el entrenador lee el comunicado de los jugadores, la prensa francesa critica el comportamiento de todo el equipo , el delegado de la selección francesa dimite fastidiado por los jugadores, Francia no gana el siguiente partido y en el último y último es eliminada, antes se dice que después del Mundial se cambiará el seleccionador y el presidente de la Federación pliega de su cargo.

Un insulto, y sobre todo si es público y se hace público, tiene unas repercusiones muy altas de presente y de futuro para las personas implicadas en un conflicto, pero también para los afectados, los jugadores, el equipo técnico y los representantes de la federación de fútbol, ​​y para los interesados, la prensa, el gobierno y la sociedad francesa y el mundo del fútbol y las personas en general.

De entrada en una situación de este tipo, no se puede tolerar el comportamiento del jugador y, por tanto, se le debe separar temporalmente del resto del equipo y al mismo tiempo poder conocer y verbalizar cuáles han sido los auténticos motivos que la han ocasionado, ya que sino será prácticamente imposible recuperar la confianza entre estos dos profesionales y de éstos con el resto. Hay después comunicarlo y hacerlo público, explicando los motivos de la reacción del jugador. Hacerlo de esta manera, significa comportarse como caballeros y trabajar para que no se vuelva a producir una situación como esta en el futuro.

Unas pocas habilidades en la gestión y resolución de conflictos hubieran ayudado. Nada de esto se ha hecho ni parece que se hará. El nuevo seleccionador, Laurent Blanc, ha decidido no convocar ninguno de los jugadores del Mundial para el próximo partido. Muerto el perro, se acabó la rabia. Es evidente que esta decisión tendrá una efectividad inmediata, pero en ningún caso habrá solucionado dicho conflicto, al contrario, se ha preferido huir o evitarlo.

Mientras tanto, los 23 jugadores del Mundial y su entrenador serán popularmente estigmatizados, no tanto por la eliminación del Mundial, como por su incapacidad para gestionar un conflicto y mostrar una imagen colectiva denigrante.

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